El dolor de la frustración y un espíritu empresarial
El
olor dulce y ligeramente ácido de la frambuesa me lleva a los veranos de mi
juventud. Específicamente, me lleva a la
edad de ocho o nueve años. Fue durante estos veranos que mis hermanos y yo
decidimos que queríamos ser empresarios.
Teníamos una parcela de arbustos de frambuesa en nuestro patio trasero y
entonces decidimos vender las frambuesas para ganar dinero. Nosotros estábamos muy emocionados y no podíamos
contener nuestra energía. Después de
tomar nuestra decisión, nadie podía detenernos.
No teníamos el dinero entonces le pedimos a nuestra mamá que comprara los
bolos que le podríamos poner a las frambuesas para vender. Nuestra mama no quería
gastar el dinero porque ella pensaba que no íbamos a seguir adelante con
nuestra idea. El proceso de recoger a la
frambuesa no es placentero. Para recoger las frambuesas tiene que vestirse con mucha
ropa y cubrirse toda su piel para protegerse de las abejas y las espinas de las
plantas. Llevar puesta mucha ropa es un quehacer
horrible en el mes de agosto porque hace mucho calor. Me recuerda que nosotros estábamos goteando
sudor antes de dejar a la casa para recoger la frambuesa. También, recuerdo el momento de frustración cuando
llegamos a la parcela nos dimos cuenta que teníamos que entrar a la parcela
para recoger las bayas porque las frambuesas solo estuvieron en el centro de la
parcela. Después, el sentimiento de
frustración cambió a desesperación. Esta no fue una manera fácil de ganar
dinero como nosotros hemos pensado originalmente. Recuerdo que me sentí atrapado por miedo de
las abejas y las espinas de las plantas.
Mi ropa se atuvo a mí, el sudor corría por mi cara, y comenzó el pánico. El resultado de mi miedo, el calor, y la frustración
de las espinas, fue lágrimas y gritos a mi mama. Por su puesto, mi mama vino a mi rescate y
ahora no puedo olvidar al momento cuando yo me senté alrededor de las
frambuesas y el sentimiento de desesperación que asocio con el olor de las
frambuesas.
El olor de amor
EL
café tiene un olor fuerte y amargo, pero para mí significan las mañanas tranquilas
que pasaba en la casa de mis abuelos. A veces, si tenía suerte, pasaba una noche
en la casa de mis abuelos. Era un evento
especial porque mis abuelos me consintieron a mí y yo recibía toda la atención
de ellos, no tenía que compartir la atención con mis hermanos. Cada mañana en la casa de mis abuelos, me
despertaba en una cama grande enterrada debajo de las mantas y almohadas, como
fue y todavía es mi versión del paraíso.
Por un momento no hacía nada. No podía escuchar nada. Todo era silencio. En mi casa y con mi familia, el silencio no
existía. La primera vez tuve miedo porque
pensaba que mis abuelos me habían dejado a mí.
Pero entonces olí el café e instantáneamente supe que mis abuelos
estaban allí y me sentí tranquila otra vez.
Cuando tenía hambre, salía de mi cama y seguía el olor del café a mi
abuela. Siempre, ella estaba leyendo su
libro y bebiendo su café, y siempre cuando ella me veía decía al darme un
abrazo y un beso; “Buenos días, mi rayito de sol. ¿Quieres el desayuno?” “Y siempre respondía, “Por supuesto, Abuela.
¿Puedo ayudar a cocinar el desayuno?” Entonces, nosotros íbamos a la cocina
junta por el olor del café y el sentimiento de amor y pertenencia.
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